Tomo la fotografía sintiendo cierta misericordia
por las gotas de pintura de su sangre y la humedad de sus pupilas barnizadas.
Sin embargo, la sangre y las lágrimas vertidas por las personas derrotadas
siempre han sido reales, líquidas. Personas que no fueron derrotadas cuando
cayeron en el campo de batalla, ni al ser fusiladas o crucificadas, ni cuando
reprimieron sus revoluciones. No fueron derrotadas cuando murieron por la raíz
de una idea, ni siquiera cuando cometieron la ingenuidad de imaginarla, de creerla,
de tener la certeza de que era posible... Sólo bastó para derrotarlas una única
persona usando esa idea en su propio beneficio.
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