PHOTextos based on a true story

24 de enero de 2012

Asombradas


Tomo esta fotografía cuando amanece un sol tibio sobre el suelo de la plaza. Termina la república de la noche, donde las sombras se confunden, se pierden y se encuentran, se divierten, se emborrachan, se aparean, se olvidan, se descomponen y se recrean... donde las sombras son libres...





Pasó la noche y se restaura la esclavitud para las sombras, la sumisión al cuerpo opaco. Primero al paso movedizo del borracho, luego al movimiento acelerado del escobón del barrendero, más tarde al "tú la llevas" de unos niños... Los niños son los únicos cuerpos opacos que las notan, e incluso a ratos juegan con ellas, persiguiéndolas para pisarlas o dándoles formas desobedientes con sus movimientos... Pero durante el resto del día, hasta que se restablece la república de la noche, las sombras únicamente vuelven a ser libres cuando dos cuerpos opacos conversan muy juntos o se abrazan. Y así también ellas pueden mezclarse sin que nadie, ni siquiera la noche, se dé cuenta...

22 de enero de 2012

Despedidas





Camino con Tariq por el puerto de una ciudad marroquí. Yo tomo fotografías, él habla. Me cuenta que estas huellas las dejan los pescadores con la misma brea con la que protegen sus barcas. Es una forma de despedida, por si no regresaran...


Y que cierran las puertas de sus casetas, con las cosas que más aprecian dentro. Y que entregan la llave a otro pescador, a un amigo, por si no regresaran...


Y que la mayoría ya sólo esperan, porque las grandes pesqueras han esquilmado las aguas... y que sacar las barcas ya no sirve para ser menos pobre...


Y que las siguen cuidando como si fueran a usarlas mañana... porque es lo único que tienen... aunque saben que se pudrirán amarradas...


Y que siempre hay un remiendo que hacer en una red sedienta... en una red que lleva meses sin probar el agua...



Y que siempre hay un hombre o un niño dispuesto a usar la barca para navegar a la otra orilla... Y que entonces dejan, como los pescadores, su mano pintada con brea en cualquier pared del puerto... para despedirse...

30 de diciembre de 2011

ROPájaros o la inTIMIDEZ



Cuando fotografío ropa tendida, quisiera que las prendas se asustaran y emprendieran el vuelo; que se reunieran con otras ropas en lo alto del cielo formando un círculo que nublara el sol; que finalmente decidieran migrar a una tierra donde se las necesitara más y nos dejaran recordar la desnudez...


Y si pienso en la desnudez que han dejado, en que detrás de cualquier prenda siempre estará la piel, me cohíbo, porque siento que fotografiarlas es como hacer una radiografía de la intimidad de las personas...



Y parece que quien quiere cuidar la intimidad no exhibe sus prendas (aunque tampoco he visto nunca la ropa de gente poderosa colgada)... Porque saben lo que se puede descubrir observando un tendedero... El rojo es su color favorito... Trabaja como controlador de aparcamiento... Hace deporte cada día... Se puede leer el pasado en cada sábana y el futuro en las toallas.



















Así que igual no debo avergonzarme, porque no es más que tela... Porque quien cuelga su ropa en la calle no teme la mirada del otro sobre su intimidad, sobre su desnudez...



Y desde que nos exponemos sin tapujos en facebookblogs o televisión, la intimidad se ha vuelto un bien de consumo, una materia prima que extraigo del otro hasta agotarla... Y, en una especie de consumismo relacional, andamos a la búsqueda de nuevas intimidades que nos sacien.



Y yo, que no soy de tender la ropa en la calle; que, desde mi timidez, busco la intimidad para ofrecerme (timidez + intimidad = inTIMIDEZ); prefiero dejar de seguir y de ser seguido, borro cualquier rastro de mí y espero no ser más visto ni oído...

22 de diciembre de 2011

La ceguera de Dios



Tomo la fotografía porque lo que aquí parece un ojo enfermo es en realidad el esqueleto metálico, desnudo, de la cúpula de una catedral... y su iris es la tarde. En esta iglesia llueve por dentro, sus paredes están levantadas con los deshechos de nuestra avaricia constructora y la gente va allí a creer en la mujer y en el hombre... Es en la única en la que un dios cansado se atreve a mirar... En las demás no se le permite la entrada porque están custodiadas como oficinas de recaudación, aunque él estuvo allí durante siglos rodeado de riquezas que lo han deslumbrado hasta dejarlo ciego... Hoy no podrá disfrutar de la función navideña de un colegio en la que un niñogordoquehacedeniñopobre muere de hambre en el escenario y la sombra de su cadáver se proyecta sobre el público... Ahora es incapaz de ver el teatro del mundo, de interpretar su simbología...

23 de octubre de 2011

Tiempo


La velocidad de la luz nunca superará al vértigo que causa un sólo vistazo al paso firme del tiempo; a la urgencia torpe con la que los recuerdos de toda una vida se agolpan detrás de los párpados de un viejo que ya sólo espera...


Paso tres veces en una tarde por esta calle de Chefchaouen. Su postura no cambia. Aún hay tiempo de superar mi timidez y tomar una fotografía. Al pulsar el botón pienso que bajo el letargo de su piel sobrevive una revolución de cosas por hacer... y siento que el cuerpo no es más que una jaula de tiempo que nos impide ser disparo de luz.

15 de octubre de 2011

Frío

Las piernas juntas como una sola, los hombros rendidos, los brazos cosidos al cuerpo, las manos apretadas sin nada dentro, la mirada arrojada al suelo... Mientras tomo esta fotografía siento que el frío, la derrota, el dolor, la soledad y la vejez nos dejan la misma cicatriz en el gesto.

4 de octubre de 2011

Amor-atada

Puede parecer una excusa pero lo cierto es que me he perdido conduciendo por las afueras de Marrakech y ahora estoy en un camino donde varias mujeres se prostituyen, o eso creo. Una de ellas muestra sus brazos descubiertos mientras se arregla el pañuelo de la cabeza. Detengo la marcha y tomo una fotografía. Ella se gira y viene hacia el coche, sonriendo. Imposible describir tanta belleza. Me avergüenza quedarme pero más aún arrancar derrapando. Habla bien español y mira mejor. Pregunta... Sí, soy español. Sí, quiero ir a un sitio más tranquilo. No, no quiero hacer nada... Sube al coche y me indica. Nos detenemos en un descampado. Atardece. Hablamos. Me cuenta cómo sus padres la quisieron casar con un hombre de 62 años; cómo se fugó a Madrid con el chico al que amaba y él la abandonó a los pocos meses; cómo regresó y sus padres la repudiaron; cómo sus hermanos la maltrataron y la echaron de casa; cómo desde entonces sólo viste de morado para no olvidar su dolor... "Dejé Marruecos para no ser la puta de un viejo. Me fui de Madrid para no hacerme puta en España y he acabado siendo puta en mi propia casa. He luchado contra mi destino, pero Dios quiere que sea una puta", concluye. "No quiero hacer nada, pero me gustaría verte de nuevo", respondo. La dejo donde la había recogido. Nos despedimos. Ella se vuelve y deja 100 dirhams sobre el asiento. "Toma, por haberme escuchado", y se ríe.

26 de septiembre de 2011

Rotura



El hombre con síndrome de Diógenes que seré espía a ratos al hombre con síndrome de Diógenes que ya es. Vive a cinco manzanas de aquí, okupando una vieja casa de una planta. Cada vez que pasa por su patio, se detiene al menos durante un cuarto de hora frente a esta caja, con la aflicción de quien reza ante una sepultura. Tomo la fotografía con la certeza de que lo que ambos vemos es nuestra propia rotura.

21 de septiembre de 2011

Soledades


Publico en la misma entrada estas fotografías tomadas hace un par de años porque cuando las observo siento la soledad blanda de las personas que no necesitan deslumbrar para desprender luz; que nunca serán el centro de atención porque sólo quieren la atención de quien quiere verlas; que son generosas con la sonrisa y tacañas en la queja; que no confunden la lealtad con la fidelidad...

Personas que en los grupos se pierden cuando de cerca sólo puedes agradecer haberlas encontrado; que, a pesar de estar en su sitio, no tienen lugar porque la sociedad antepone el envoltorio al caramelo...


Personas que conocen los mecanismos del agua y sólo se dan llenándolo todo; que no tienen respuestas porque nadie les hace preguntas, porque prefieren tener preguntas... Personas, pocas, a las que por suerte conozco.

11 de septiembre de 2011

Segundas oportunidades



Un hombre recorre cada día las calles de Vallekas empujando una bicicleta desvencijada. Entre la basura siempre descubre cosas que cree vendibles y las guarda dentro de una enorme alforja de plástico que cubre su bicicleta. Al anochecer, cuando llega al lugar donde va a mostrar su mercancía, apenas puede arrastrar el peso de la carga. Algunas veces, paro ante las sábanas tendidas sobre la acera por si encuentro algo que apacigüe al Diógenes que seré. Y antes de deshacerme de algún objeto medianamente útil, suelo ofrecérselo. Siempre me lo agradece, sin más, como si fuera la primera vez que me ve. Pero hace unas semanas le llevé unos triángulos de señalización (de esos que se reproducen en los maleteros de los coches) y me pidió que cogiera algo a cambio. Como no veía nada que me interesara, y él insistía, opté por llevarme dos cuadros: un bodegón y el retrato de un payaso. Cuando llegué a casa y pude contemplarlos a la luz, me parecieron espantosos. No los describiré pero, sin duda, estaban pintados por alguien que, al dar la pincelada final, tuvo la certeza de que era mejor abandonar la idea de pintar.




Después de sufrirlos unos días, pensé que los lienzos se merecían una segunda oportunidad (o al menos el intento), aunque el resultado no fuera mejor... Se la iba a dar yo, que únicamente pinto cuando me aburro en las reuniones de trabajo. Empecé a pensar en el hombre que me los dio y en quienes los habían pintado antes... en la incomunicación y en todas las clases de soledad... en la segunda oportunidad que nadie tuvo y en que ojalá fuera tan fácil pintar sobre los errores como sobre un lienzo y en que, por muchas capas de pintura que echase, la mirada del payaso seguiría debajo... Los terminé en un fin de semana. Como al dar la pincelada final tuve la certeza de que era mejor abandonar la idea de pintar, los llevé de regreso adonde los había conseguido. Esta vez el hombre no me ofreció nada a cambio. Cuando volví a los dos días, los cuadros no estaban sobre las sábanas. De ellos sólo conservo las fotografías que tomé antes de entregarlos. Supongo que ahora alguien estará pintando sobre ellos una nueva oportunidad.

4 de septiembre de 2011

Sala de estar


Martes. Salgo a la calle. Frente a la puerta, entre los contenedores de basura, un hombre trata de arrancar las tripas de un televisor, pero no puede. Me pide ayuda para que sujete de un lado mientras me habla del valor del plomo y del cobre. Al despedirnos, le doy un abrazo tímido. Me dice que hace años que nadie lo abraza. Miércoles. Me espera en la puerta. Hasta que su mujer lo abandonó, reparaba radios y televisores. Ahora los destroza. Lleva nueve años en la calle, tres neumonías y un brazo roto por una paliza en un fotomatón. Jueves. Habla con nostalgia de su abuela y de su pueblo, en Toledo. Viernes. Lo he estado pensando: "¿Por qué no regresas al pueblo? Te dejas querer por tu abuela, comes bien, ganas peso, respiras aire puro, te recuperas, vuelves y yo te ayudo a encontrar trabajo". Sonríe. Sábado. Le compro algo de ropa y el billete de autobús para mañana. Se ducha y afeita en mi casa. "Tú me has invitado a tu casa y yo quiero invitarte a la mía antes de irme", me dice. Tomo una fotografía de la sala de estar, en el soportal de un edificio abandonado. Ojalá el pájaro pintado sea un símbolo. Domingo. Lo acompaño a la estación de autobuses. Tras la ventanilla sonríe y llora a la vez. Junta las manos en gesto de agradecimiento. Lunes. Paso el día pensando que he hecho la buena obra de mi vida y que las puertas del paraíso por fin se han abierto para mí. Martes. Salgo a la calle. Frente a la puerta, entre los contenedores de basura, lo encuentro. Nos miramos con dos formas diferentes de vergüenza. Ni siquiera nos dijimos nuestros nombres. Damos media vuelta sin decirnos nada. No lo he vuelto a ver.

26 de junio de 2011

Igualdad


Sombras de ojos sobre el plástico de la piel, carmín en las bocas, cabellos rubios y vestidos coloridos... Todas iguales... Frente a ellas, mirándolas con parte de recelo y parte de envidia, sin atreverse a ser, las mujeres de carne... No veo piel, ni labios, ni pelo, ni color... Todas iguales... Unas y otras bajo las mismas leyes de igualdad, las que marcan las creencias de los hombres... Y yo, en medio de esta calle de Fez, sin saber a quién fotografiar, echo a suertes con cuál me quedo...

24 de junio de 2011

Espera


A media tarde, cuando baja la marea, el río descubre en este rincón las cosas que ha ido arrastrando durante el día. Tomo la fotografía mientras él espera, paciente, el hallazgo. Después recolectará los objetos con ternura y tratará de venderlos en la plaza: un anillo de plata, una rueda de bicicleta, una sartén oxidada, un reloj de bolsillo... Para la mayoría de la gente pasará inadvertido, pero hoy alguien se sorprenderá de ver algo propio y lo acusará de robo y llamará a la policía y algunos de los presentes dirán que cómo es posible que cada día encuentre algo de valor en ese barrizal y una anciana lo defenderá a empujones y yo con las palabras de un idioma que no sé hablar y se lo llevarán de todas formas. A la mañana siguiente, cuando él aún no haya llegado (ahora sé que no llegará), la anciana sacará de su bolso un collar de perlas y, creyendo que nadie la ve, lo dejará caer en esta esquina del río.

23 de junio de 2011

Dentro


Te pregunto por la asfixia y me hablas de puertas y ventanas tapiadas. No quería conocer otras formas de egoísmo... ya he visto lo fácil que es aniquilar un lugar y un tiempo. Dices que puedes transformar una casa en una jaula de vacío con un saco de cemento y unos cuantos ladrillos, pero no te das cuenta de que, dentro, en el cajón de una cómoda, alguien siempre deja un inventario de la memoria: 47 sueños sin cumplir, 3 cumplidos, 11 nacimientos, 2 abortos, 58 peleas, 212 insultos, 4032 lágrimas, 0 disculpas, 1134 risas, 309 abrazos, 1 te quiero, 1 despedida...

Y tampoco eres capaz de ver que, fuera, un enjambre de deseos no encuentra la entrada: hace frío, quiero vivir contigo, esta mesa quedaría perfecta en la cocina, mañana tengo una entrevista, abrázame, no te mueras...


Tomo unas fotografías que huelen a autorretrato, y me quedo con ganas de derribar las paredes a martillazos... Los recuerdos encerrados podrían darse y el futuro tendría un sitio sobre el que posarse.

5 de junio de 2011

El empleado del mes


A diario paso por la puerta de esta sastrería de Vallekas, pero desde el martes sólo veo dentro a un maniquí desconchado. Acabo de tomar la fotografía cuando, desde el portal contiguo, una vecina me pregunta que si quiero algo. "¿Por qué el local lleva días a cargo de un muñeco?", contesto. Ella me cuenta que, a medio año de jubilarse, el dueño ha acampado en la Puerta del Sol para protestar por la desaparición de las tiendas tradicionales de la zona, devoradas por la gran superficie que acaban de inaugurar a tres manzanas. Como si yo fuera a tener respuestas, añade: "Si esto es una democracia, ¿por qué nadie consulta a los vecinos por el tipo de comercio que quieren para su barrio?". Curiosamente, en ausencia del sastre, la clientela ha aumentado, aunque se marcha de vacío o, lo que es peor, sin pagar la cuenta ante la mirada cordial de su único empleado.

10 de mayo de 2011

El otro


El otro no es mi reflejo en un charco, ni una sombra en el asfalto, ni tu piel sobre la mía. El otro no es de color negro, ni pide limosna en un semáforo, ni te ofrece su cuerpo por 10 euros. El otro no viste sotana, ni corbata de seda, ni duerme entre cartones. El otro no es el enemigo, ni el infierno, ni siquiera un lobo. El otro somos tú y yo con todo lo que no queremos ver de nosotros y de nosotras... porque sabemos que hay mal... porque nos asusta cuando se nos presenta al girar cualquier esquina... y nos mira a los ojos... y nos obliga a retirar la mirada. Pero yo no quiero olvidar... y sostengo la mirada... y tomo la fotografía.

28 de abril de 2011

De-vuelta



Me hablan de sus cambios de humor, de sus vaivenes; de que es caprichoso, travieso, voluble y terco a la vez. Pero lo del egoísmo... por ahí no paso. Porque yo he visto como el mar, antes o después, lo regresa todo; no quiere nada para él.



Esta barca que fotografío, por ejemplo, la escupió hace más de tres semanas. Naufragó muy cerca de la costa con tres chavales dentro. Lo intentaban un día de mala mar para sortear a las patrullas. Los vecinos la han dejado así, como un ataúd, para darlos sepultura hasta que el mar termine de jugar al escondite con ellos... y los devuelva.

11 de abril de 2011

Corazón-nada


Me contaron que Joaquina pasó los últimos 20 años de su vida encerrada tras esta ventana porque a su esposo no le "gustaba" que saliera a la calle. Dicen que "tenía una salud muy frágil", que "siempre estaba enferma" y que "una casa tan grande da mucha faena"; pero lo cierto es que estaba presa y que en el pueblo nadie movió un dedo. "Eran otros tiempos", dice alguien para apaciguar las conciencias. Un día, su primo Eulogio tuvo la corazonada de que "a Joaquina le pasaba algo malo". En 20 años no hubo indignación ni reacción... tan sólo una corazonada... Entró en la casa derribando la puerta cuando el marido de ella andaba en el campo recogiendo aceitunas. La encontró tirada en el suelo, desfigurada y moribunda... Lo que ocurriera después poco importa... Hago la fotografía pensando en cuántas rejas han sido forjadas con forma de corazón... en que nos parezca bello un corazón entre barrotes... en cómo la mayoría de la gente sigue creyendo que amar o ser amado implica ser propietario o propiedad, echar raíces y amputar las alas, tener la llave de una puerta...

22 de marzo de 2011

Espejismo


Tomo la fotografía cuando Redouan se mira al espejo. Ve su reflejo con nitidez. Su imagen proyectada, su futuro, están despejados. Es su presencia, su imagen real, la que se ve borrosa, incierta...

8 de marzo de 2011

Azul-hada


veces vengo a este lugar a que el viento me despeine las tristezas. Hace cuatro días que la encuentro aquí cada mañana dando la espalda al mundo. ¿Espera o se esconde? Van y vienen los pescadores en sus barcas, pero ninguno la abraza al pisar tierra. Sólo alguna mirada de soslayo. Al quinto día vengo con mi cámara. Cuando voy a tomar la fotografía, se gira y me mira un instante. Retiro la cámara. Al volverse de nuevo, su mirada deja en el aire la estela azul de una paliza... como el rastro que deja un hada al moverse... una barca navegando... un cometa... Tomo la fotografía y me marcho. No he regresado desde entonces y no sé si aún espera o se esconde.

19 de febrero de 2011

La otra orilla

Hablo con Tariq. Estamos sentados sobre la arena de cualquier playa del norte de Marruecos. En la otra orilla, Europa se muestra como una ramera. A nuestro lado tres niños corretean, ríen, hacen que conducen un coche, que se estrellan, saltan, gritan. Le pido a Tariq que me traduzca lo que dice uno de ellos... mi primo lo hizo... sé cómo hacerlo... es muy fácil... sólo hay que pasar al otro lado... tendríamos un coche de verdad... un coche muy rápido... Entra al agua con decisión, como si le explicase al resto cómo intentarlo. Con el sol en contra se vuelve sombra. Tomo la fotografía del niño-sombra por si no volviera a verlo.

10 de febrero de 2011

Derrota


Tomo la fotografía sintiendo cierta misericordia por las gotas de pintura de su sangre y la humedad de sus pupilas barnizadas. Sin embargo, la sangre y las lágrimas vertidas por las personas derrotadas siempre han sido reales, líquidas. Personas que no fueron derrotadas cuando cayeron en el campo de batalla, ni al ser fusiladas o crucificadas, ni cuando reprimieron sus revoluciones. No fueron derrotadas cuando murieron por la raíz de una idea, ni siquiera cuando cometieron la ingenuidad de imaginarla, de creerla, de tener la certeza de que era posible... Sólo bastó para derrotarlas una única persona usando esa idea en su propio beneficio.

20 de enero de 2011

Tendedero



Hace un momento, jirones de tela de todos los colores colgaban como ropa tendida de la alambrada. Los he retirado con delicadeza, como hace una madre con la ropa de su bebé. Me parecía obsceno fotografiar el rastro que dejan las personas que intentan cruzar todas las fronteras... su intimidad de muda de reptil, de retal de esperanza...

16 de enero de 2011

Ojalá...

La máquina excavadora deja de roer los muros. Hay pedazos de ladrillo esparcidos por el asfalto como salpicaduras de sangre, y las tripas de las casas se pudren al sol perezoso del invierno. Es mediodía y el operario se marcha a comer, no sin antes volverse un instante para examinar su obra con satisfacción (los niños siempre hemos levantado castillos de arena para arrasarlos después a pisotones). Otro hombre observa a cierta distancia. Las grietas de su cara hablan de las noches en la calle, y la mirada dolorida sobre las tejas derribadas, de que acaba de perder un techo. Lleva una bolsa deportiva al hombro. Entre la cremallera rota asoman la imagen enmarcada de una mujer y el óxido de un cacillo. Deja caer la bolsa al suelo y me pregunta si puedo vigilar su equipaje, que es todo lo que tiene. Lo ha llamado así, equipaje. Asiento. Rebusca entre los escombros un bote de pintura azul. Se acerca a la pared y escribe ...ojalá... lentamente ...que me vaya... como en un Cuaderno Rubio ...bonito. Regresa para recoger la bolsa. Me mira sin esperar palabras a cambio. Ojalá, le digo. Sonríe. Quiero tomar una fotografía, pero antes aparto la mirada del visor para verlo alejarse, atrapado en las calles de Vallekas como un ratón en su laberinto.