PHOTextos based on a true story

11 de septiembre de 2011

Segundas oportunidades



Un hombre recorre cada día las calles de Vallekas empujando una bicicleta desvencijada. Entre la basura siempre descubre cosas que cree vendibles y las guarda dentro de una enorme alforja de plástico que cubre su bicicleta. Al anochecer, cuando llega al lugar donde va a mostrar su mercancía, apenas puede arrastrar el peso de la carga. Algunas veces, paro ante las sábanas tendidas sobre la acera por si encuentro algo que apacigüe al Diógenes que seré. Y antes de deshacerme de algún objeto medianamente útil, suelo ofrecérselo. Siempre me lo agradece, sin más, como si fuera la primera vez que me ve. Pero hace unas semanas le llevé unos triángulos de señalización (de esos que se reproducen en los maleteros de los coches) y me pidió que cogiera algo a cambio. Como no veía nada que me interesara, y él insistía, opté por llevarme dos cuadros: un bodegón y el retrato de un payaso. Cuando llegué a casa y pude contemplarlos a la luz, me parecieron espantosos. No los describiré pero, sin duda, estaban pintados por alguien que, al dar la pincelada final, tuvo la certeza de que era mejor abandonar la idea de pintar.




Después de sufrirlos unos días, pensé que los lienzos se merecían una segunda oportunidad (o al menos el intento), aunque el resultado no fuera mejor... Se la iba a dar yo, que únicamente pinto cuando me aburro en las reuniones de trabajo. Empecé a pensar en el hombre que me los dio y en quienes los habían pintado antes... en la incomunicación y en todas las clases de soledad... en la segunda oportunidad que nadie tuvo y en que ojalá fuera tan fácil pintar sobre los errores como sobre un lienzo y en que, por muchas capas de pintura que echase, la mirada del payaso seguiría debajo... Los terminé en un fin de semana. Como al dar la pincelada final tuve la certeza de que era mejor abandonar la idea de pintar, los llevé de regreso adonde los había conseguido. Esta vez el hombre no me ofreció nada a cambio. Cuando volví a los dos días, los cuadros no estaban sobre las sábanas. De ellos sólo conservo las fotografías que tomé antes de entregarlos. Supongo que ahora alguien estará pintando sobre ellos una nueva oportunidad.

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